Influenza exacts a heavy burden on the elderly, a segment of the population that is estimated to experience rapid growth in the near future. In the past decade most developed and several developing countries have recommended influenza vaccination for those > 65 years of age. The World Health Organization (WHO) set a goal of 75% influenza vaccination coverage among the elderly by 2010, but it was not achieved. In 2011, the Technical Advisory Group at the Pan American Health Organization, Regional Office of WHO for the Americas, reiterated the influenza vaccine recommendation for older adults. Relatively little information has been compiled on the immunological aspect of aging or on reducing its impact, information particularly relevant for clinicians and gerontologist with firsthand experience confronting its effects. To fill this data gap, in 2012 the Americas Health Foundation (Washington, D.C., United States) and the nonprofit, Fighting Infectious Diseases in Emerging Countries (Miami, Florida, United States), convened a panel of Latin American clinicians and gerontologists with expertise in influenza to discuss key issues and develop a consensus statement. The major recommendations were to improve influenza surveillance throughout Latin America so that its impact can be quantified; and to conduct laboratory confirmation of influenza for all patients who have flu-like symptoms and are frail, immunosuppressed, have comorbidities, are respiratory compromised, or have been admitted to a hospital. The panel also noted that: since evidence for antivirals in the elderly is unclear, their use should be handled on a case-by-case basis; despite decreased immunological response, influenza vaccination in older adults is still crucial; indirect immunization strategies should be encouraged; and traditional infection control measures are essential in long-term care facilities.
La gripe representa una fuerte carga para los ancianos, un segmento de la población que, según los cálculos, experimentará un rápido crecimiento en un futuro próximo. En el último decenio, la mayor parte de los países desarrollados y varios países en desarrollo han recomendado la vacunación antigripal de las personas mayores de 65 años de edad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció la meta de una cobertura de vacunación antigripal de 75% de los ancianos para el año 2010, pero no se alcanzó. En el 2011, el Grupo Consultivo Técnico de la Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional de la OMS para la Región de las Américas, reiteró la recomendación de la vacunación antigripal de los adultos mayores. Se ha recabado relativamente poca información sobre los aspectos inmunológicos del envejecimiento o sobre cómo reducir su repercusión, información particularmente pertinente para médicos clínicos y gerontólogos que deben afrontar de primera mano sus efectos. Para salvar esta brecha en materia de datos, en el 2012, la Americas Health Foundation (Washington, D.C., Estados Unidos) y la Fighting Infectious Diseases in Emerging Countries (fundación sin ánimo de lucro para la lucha contra las enfermedades infecciosas en los países emergentes, con sede en Miami, Florida, Estados Unidos) convocaron un grupo de expertos, médicos clínicos y gerontólogos latinoamericanos con pericia en el tema de la gripe, con objeto de debatir aspectos clave y elaborar una declaración de consenso. Las principales recomendaciones fueron mejorar la vigilancia de la gripe en toda América Latina para que pudiera cuantificarse su repercusión; y llevar a cabo la confirmación de laboratorio en todos los pacientes con síntomas similares a los de la gripe debilitados, inmunodeprimidos, con comorbilidades, con compromiso respiratorio o que hubieran sido ingresados en un hospital. El grupo de expertos también señaló que, dado que no existen datos probatorios claros en relación con los antivíricos en los ancianos, su uso debe manejarse caso por caso; que, a pesar de la reducción de la respuesta inmunitaria, la vacunación antigripal en adultos mayores sigue siendo crucial; que se deben promover las estrategias de vacunación indirecta; y que, en los establecimientos de asistencia a largo plazo, las medidas tradicionales de control de las infecciones son esenciales.