Abstract Earthquakes, in addition to the multiple effects they produce, highlight the vulnerability of health systems and create the need to adopt a State policy that implements a plan to contain and mitigate health damages. Likewise, the behavior of people during an earthquake is an important factor in predicting their survival. Therefore, educating the community about how to behave during an event is paramount. Therefore, preparation is necessary at the community, organizational and public policy levels, particularly in health services to mitigate adverse effects for health and for the State response system. Among the risk factors, younger children, the elderly and people with mobility problems are more vulnerable. This must be taken into account by the States in their phases of prevention and preparation prior to an earthquake. From the epidemiological point of view, morbidity and mortality are related to traumatic injuries, which often demand levels of specialized medical attention in a short period, which in many cases States are not prepared to offer it. In addition to victims of earthquake-related injuries, emergency services and hospitals should also be prepared to respond to other health needs such as cardiovascular diseases, infectious diseases and post-traumatic stress disorder. The earthquakes suffered in Mexico in September 2017, generated an organized social response that must be documented, so that based on the lessons learned, the new natural phenomena will be faced with greater efficiency.
Resumen Los terremotos, además de los múltiples efectos que producen, ponen en evidencia la vulnerabilidad de los sistemas de salud y crean la necesidad de adoptar una política de Estado que ponga en práctica un plan de contención y mitigación de daños a la salud. Asimismo, el comportamiento de las personas durante un terremoto es un factor importante de predicción de su supervivencia, por lo tanto, la educación de la comunidad acerca de cómo comportase durante un evento es primordial. Por consiguiente, la preparación es necesaria a nivel comunitario, organizacional y de política pública, particularmente de los servicios sanitarios, para mitigar los efectos adversos para salud y para el sistema de respuesta del Estado. Dentro de los factores de riesgo, los niños menores, los adultos mayores y las personas con problemas de movilidad presentan una mayor vulnerabilidad. Esto debe ser tomado en cuenta por los Estados en sus fases de prevención y preparación previas a un terremoto. Desde el punto de vista epidemiológico, la morbilidad y la mortalidad están relacionadas con lesiones traumáticas, las cuales demandan, muchas veces, niveles de atención médica especializada en un periodo corto, para lo cual en muchas ocasiones los Estado no se encuentran preparados. Además de las víctimas de traumatismos relacionados con el terremoto, los servicios de emergencia y los hospitales también deberían prepararse para responder a otras necesidades de salud como enfermedades cardiovasculares, enfermedades infectocontagiosas y desórdenes de estrés postraumático. Los terremotos generados en México en septiembre de 2017 generaron una respuesta social organizada que debe de ser documentada, para qué, con base en las lecciones aprendidas, se enfrenten con mayor eficacia los nuevos fenómenos naturales.