There is strong evidence that socio-cultural factors largely determine what is seen as competent behaviour. Within western high income countries, driven by the values of utilitarian individualism, the construct of intellectual disability has been largely determined to meet the needs of urban, industrialised societies. In contrast, competence in non-industrialised societies may be more reflected in collaborative, interpersonal problem solving skills such as those found among Nigerian students labelled as intellectually disabled. However, people who are judged to be incompetent or "obtrusive" in countries deficient in support services, are often neglected and consigned to a life in poorly managed segregated institutions, as is the case in China, Russia and some countries in Eastern Europe. Non western countries that have a long history of a globalised economy, such as Taiwan and Japan also remain committed to segregated institutional provisions for people with an intellectual disability, despite a notional acceptance of inclusionary policies enunciated by the United Nations’ Declarations and Conventions. In this paper is concluded that it must be recognised that the population of people with an intellectual disability, regardless of how the condition is defined and classified, is quite heterogeneous. Their needs are also varied and not at all dissimilar to those of the general population. As developing countries adopt western style consumer-driven economies, there is an extreme danger that they, too, will follow the same trajectory of exclusion and impose the culture of "otherness" for a group whose contribution to that society will be devalued. Good science is futile unless it benefits all peoples.
Existe amplia evidencia de que los factores socioculturales determinan en gran medida la percepción de conducta competitiva. En los países occidentales de altos ingresos, dominados por los valores del individualismo utilitario, las necesidades de las sociedades urbanas industrializadas han sido el principal determinante del concepto de discapacidad intelectual. A diferencia de esto, en las sociedades no industrializadas, la competencia puede verse mejor reflejada en las habilidades colaborativas, interpersonales para la resolución de problemas, tales como las que se encuentran entre estudiantes nigerianos considerados como intelectualmente discapacitados. Sin embargo, en los países deficientes en servicios de apoyo, a las personas consideradas incompetentes o "impertinentes" con frecuencia se les descuida y se les obliga a vivir en instituciones segregadas pobremente administradas, como por ejemplo en China, Rusia y en algunos países de Europa Oriental. Otros países no occidentales que tienen una larga historia de economía globalizada, como Taiwan y Japón permanecen igualmente fieles al modelo de instituciones segregadas para las personas con discapacidad intelectual, a pesar de una aceptación nominal de las políticas inclusivistas enunciadas por las declaraciones y convenciones de las Naciones Unidas. En este artículo se concluye que se debe reconocer la heterogeneidad que existe entre la población con discapacidad intelectual independientemente de cómo se defina y clasifique la condición. Sus necesidades son asimismo variadas y no disímiles respecto de las de la población general. En la medida en que los países en desarrollo adoptan economías de estilo occidental, orientadas hacia el consumo, existe un gran riesgo de que sigan también la misma trayectoria de exclusión y le impongan la cultura de la "otredad" a un grupo cuya contribución a esa sociedad sería devaluada. A menos que beneficie a todos la buena ciencia es inútil.