RESUMEN: Las obras de las artistas chilenas Rocío López Montaner, Denisse Viera y Fernanda López Quilodrán exploran performáticamente la relación cuerpo/territorio, enfocándose en las ‘zonas de sacrificio’, áreas con una concentración masiva de industrias contaminantes. Estas obras proponen modos alternativos de pensar los cuerpos y, por tanto, la dimensión afectiva. Expandiendo los límites de lo que puede un cuerpo, problematizan su génesis antropocéntrica al visibilizar sus entrecruzamientos con lo más que humano. El artículo pone en diálogo estos abordajes con el concepto de ‘cuerpo-territorio’, que emerge de los feminismos comunitarios indígenas y que, según Verónica Gago, “‘desliberaliza’ la noción de cuerpo como propiedad individual y especifica una continuidad política, productiva y epistémica del cuerpo en tanto territorio” (2019). La continuidad entre cuerpo y territorio, de hecho, resulta clave en estas producciones estéticas: los cuerpos, más que proyectarse a partir de la lógica liberal de la propiedad individual, se vuelven colectivos. Y son capaces, en esa proliferación, de englobar lo más que humano. Se trata de corporalidades permeables a la contaminación que encarnan, desde esa apertura, historias y memorias humanas y no humanas de toxicidad, abandono y sufrimiento. Cuerpos y materialidades sufrientes, violentadas y vulnerables que resuenan con afectividades ligadas al sacrificio, la entrega, el duelo, el cuidado y la reparación, y también al deseo y la sensualidad - afectividades que se repiensan y reconfiguran en tanto median nuestra relación con lo más que humano.
ABSTRACT: The works of Chilean artists Rocío López Montaner, Denisse Viera and Fernanda López Quilodrán performatively explore the body/territory relation, focusing on ‘sacrifice zones,’ areas with a massive concentration of polluting industries. These works propose alternative ways of thinking about bodies and, therefore, of their affective dimension. Expanding the limits of what a body can do, they problematize its anthropocentric genesis by visibilizing its entanglements with the more than human. This article focuses on the ways in which these approaches enter into dialogue with the concept of ‘body-territory,’ which emerges from indigenous community feminisms and, according to Verónica Gago, “‘deliberalizes’ the notion of the body as individual property and specifies a political, productive and epistemic continuity of the body as territory” (2019). The continuity between body and territory, in fact, becomes key in these aesthetic productions: bodies, rather than align with the liberal logic of individual property, become collective. And they are capable, in that proliferation, of encompassing the more than human. These corporealities are permeable to contamination, and they thus embody human and non-human stories and memories of toxicity, abandonment and suffering. Suffering, violated and vulnerable bodies and materialities that resonate with emotions linked to sacrifice, surrender, mourning, care and reparation, and also desire and sensuality. These affects are rethought and reconfigured in the process of mediating our relationship with the most than human.