Abstract: This article explores the beginnings of Visual Anthropology and its links to the Andean region. Additionally, it highlights the reproducibility of photography, a feature that allows for changes of location of past shoots in what I call mobile communal albums. The history of Visual Anthropology considers John Collier Jr. to be one of its founders. His contribution to this field is based on visual works carried out in several locations in the Americas and Europe and on collaborative works with local anthropologists and photographers. Through published sources, this article documents Collier’s experience in the Andes, and suggests that this novel visual field was established in the context of disputes about modernity during the mid-twentieth century. This scenario included the geographical and thematic expansion of North American Anthropology, as well as the requirements of a new imperial order that demanded knowledge, registration, and interpretation of change among a diversity of human groups, particularly workers and native peoples. Collier Jr’s work in the Andes contributed to the formulation of concepts associated with visuality, including photographic narrative, cultural energy, and photographic interview, all of which were used to understand social change in intercultural settings with a predominant indigenous population. Although towards the 1940s anthropological photography remained a technology to access indigenous worlds, rather than looking for eugenic and racial categorizations or for exoticization, it became a resource to understand the dynamism of indigeneity. This dynamism acquires a new layer when, through field observations and interviews, it can be noted that author photographs of the 1940s have been appropriated by residents of Otavalo (Ecuador) to compile a mobile communal album that assigns new meanings to old images. The materiality and affective appeal of photography allows such displacements to connect a contemporary public to Otavalo ancestry.
Resumen: Este artículo explora los inicios de la Antropología visual y sus vínculos con los Andes; y, al mismo tiempo, subraya la reproductibilidad de la fotografía, característica que posibilita nuevos emplazamientos en lo que denomino álbumes comunitarios móviles. La Antropología visual propone a John Collier Jr. como uno de sus fundadores. Su contribución al establecimiento de este campo se sostiene en trabajos visuales realizados en distintos lugares de las Américas y Europa y en obras colaborativas con antropólogos y fotógrafos locales. El artículo documenta, a través de fuentes publicadas, su experiencia en los Andes y sugiere que esta novel área se constituye de cara a las disputas sobre la modernidad hacia mediados del siglo XX. Este escenario incluyó la expansión geográfica y temática de la Antropología norteamericana, así como las necesidades de un nuevo orden imperial que requería conocer, registrar e interpretar las transformaciones de distintos grupos humanos del mundo, en especial obreros y nativos. Los trabajos de Collier Jr. en los Andes contribuyeron a elaborar varios conceptos asociados a la visualidad: narrativas fotográficas, energía cultural y entrevista con fotografías, todos ellos dispuestos para comprender el cambio social en contextos interculturales de mayoría indígena. Hacia la década de 1940, la fotografía antropológica se mantiene como un modo de conocer el mundo de los pueblos nativos; pero ya no con el deseo eugenésico y de clasificación racial o de exotización, sino para dar cuenta del dinamismo de la indigenidad. Este dinamismo adquiere un nuevo ribete al constatar en el campo, a través de observación y entrevistas, que la fotografía antropológica de autor de mediados del siglo XX ha sido apropiada por la población de Otavalo (Ecuador) para conformar un álbum comunitario móvil, que otorga nuevos sentidos a las mismas imágenes. La materialidad de la fotografía y su apelación a los afectos propician estos desplazamientos y nuevos emplazamientos que conectan al público con ancestros otavaleños.
