La campaña de control de la enfermedad de Chagas iniciada hace unos 50 años modificó significativamente su expresión epidemiológica y clínica en el país. La seroprevalencia de la población rural disminuyó desde 44,5 % en 1958 a 9,2 % en 1998. Persisten sin embargo focos de trasmisión activa especialmente en estados del suroeste. Actualmente el mayor reto para interrumpir la trasmisión debe hacerse con menores recursos. La miocardiopatía crónica chagásica se clasifica en 3 grupos de clínica y pronóstico diferentes. Los asintomáticos, grupo I, constituyen el 75 % de los seropositivos tienen una sobrevida casi normal. Los sintomáticos grados II y III (daño cardíaco moderado y severo respectivamente) tienen tasas de sobrevida aproximadas a los 5 años de 85 % y de 33 % respectivamente. Hoy los seropositivos viven 20 o más años más que antes de la campaña. Se presenta el análisis clínico de 965 sujetos (676 asintomáticos y 289 sintomáticos) y las muertes de 160 con sus causas posibles. Un tercio de las muertes en asintomáticos fue de causa no-cardíaca, y un tercio de las muertes en los sintomáticos fue por insuficiencia cardíaca congestiva, (P< 0,0001). No hubo diferencia significativa entre las muertes de los asintomáticos y los sintomáticos ocurrida súbitamente, por eventos cerebrovasculares, con dolor torácico, o de causa desconocida. Las proporciones de muerte súbita en ambos grupos fueron de 38 % y 44 % respectivamente (P= 0,85). Entre los avances fisiopatólogicos de la literatura se describen los trastornos de la microcirculación, la presencia de autoanticuerpos con efectos bloqueadores autonómicos, de antígeno humano leucocitario grupo A, clase II de distribución diferente en casos con y sin daño cardíaco, y la hiperactivación neuroendocrina con remodelación ventricular anormal. Como contribuciones de nuestro grupo se señalan la utilidad de la ecocardiografía Doppler en estimar la severidad de la disfunción sistólica y diastólica, el diagnóstico no-invasivo de la lesión apical y otras lesiones segmentarias ventriculares, la presencia de disfunción endotelial coronaria, la respuesta miocárdica atenuada cronotropa e inotropa al estímulo adrenérgico por dobutamina, y el uso de enalapril en el tratamiento de la insuficiencia cardíaca chagásica con aparente mejoría de la sobrevida. Adicionalmente se revisan brevemente las opciones antiarrítmicas con drogas, ablación, procedimientos quirúrgicos y eléctricos. La amiodarona continúa como la opción de mejor costo/beneficio. Los resultados del trasplante cardíaco son muy satisfactorios y mejores que otras técnicas quirúrgicas. El uso de marcapasos prolonga la sobrevida si no hay insuficiencia cardíaca congestiva. Experiencias iniciales con estimulación sincrónica biventricular y el uso de defibriladores automáticos luce prometedor pero costoso. Las drogas parasiticidas están indicadas en casos de Chagas agudo, infección accidental, reactivación en trasplante cardíaco, o infección reciente menor de 5 años. El uso en crónicos es todavía controversial.
A program of Chagas’ disease control implemented about 50 years ago significantly changed the epidemiology and clinical expression of the disease in this country. The sera-prevalence of rural population diminished significantly from 44.5 % in 1958 to 9.2 % in 1998. Focal active transmission nevertheless continues mainly in southwestern states. At present the main challenge to eradicate transmission must be carried out with diminished resources. Chronic chagasic cardiomyopathy is classified in 3 groups with distinct clinical and prognostic outcomes. Asymptomatic, group I constitutes 75 % of seropositives has an almost normal survival. Symptomatic groups II and III (moderate and advanced heart damage) had 5 years life-expectancy of about 85 % and 33 % respectively. Nowadays sera-positives live about 20 or more years longer than before the control program. Clinical analysis of 965 subjects (676 asymptomatic and 289 symptomatic) and of 160 deaths including possible causes is presented. One-third of deaths of asymptomatic patients were non-cardiac, and one-third of deaths of symptomatic were because congestive heart failure, (P< 0.0001). There was no significant difference between asymptomatic and symptomatic deaths occurring suddenly, with cerebrovascular events, with chest pain, and of unknown origin. The proportions of sudden death in both groups were 38 % and 44 % respectively (P= 0.85). Among patho-physiological recent advances are described microcirculatory derangements, presence of auto antibodies having autonomic system blockade effects, human leukocyte group A, class II antigen differences between asymptomatic and symptomatic patients, and neuro endocrine activation leading to ventricular remodelling. Contributions from our group includes the usefulness of Doppler echocardiography in the assessment of systolic and diastolic dysfunction, the non-invasive recognition of the apical and other segmental ventricular wall abnormalities, coronary endothelial dysfunction, the attenuated myocardial chronotropic and inotropic response to adrenergic dobutamine stimulation, and the use of enalapril in the treatment of patients with congestive heart failure with apparent survival amelioration. In addition the different antiarrhytmic options including drugs, ablation, surgical and electrical procedures are briefly discussed. Amiodarone option maintains the best cost/benefit ratio. Heart transplantation in Chagas disease offers more satisfactory results than other surgical procedures. Pacemaker implantation had an improved survival in the absence of congestive heart failure. Initial experience with synchronic biventricular pacing and internal defibrillators are encouraging but costs limits widespread use. Parasiticidal drugs are indicated for acute Chagas disease, accidental infection, infection reactivation during heart transplant, or recent infection of less than 5 years. Use for chronic disease is still controversial.