A cross-sectional study was conducted in four rural communities of northeastern Trinidad to determine the microbial quality of water supply to households and that quality's relationship to source and storage device. Of the 167 household water samples tested, total coliforms were detected in 132 of the samples (79.0%), fecal coliforms in 102 (61.1%), and E. coli in 111 (66.5%). There were significant differences among the towns in the proportion of the samples contaminated with coliforms (P < 0.001) and E. coli (P < 0.001). Of 253 strains of E. coli studied, 4 (1.6%) were mucoid, 9 (3.6%) were hemolytic, and 37 (14.6%) were nonsorbitol fermenters. Of 69 isolates of E. coli tested, 10 (14.5%) were verocytotoxigenic. Twenty-eight (14.0%) of 200 E. coli isolates tested belonged to enteropathogenic serogroups. Standpipe, the most common water source, was utilized by 57 (34.1%) of the 167 households. Treated water (pipeborne in homes, standpipes, or truckborne) was supplied to 119 households (71.3%), while 48 households (28.7%) used water from untreated sources (rain, river/stream, or well) as their primary water supply. The type of household storage device was associated with coli-form contamination. Water stored in drums, barrels, or buckets was more likely to harbor fecal coliforms (74.2% of samples) than was water stored in tanks (53.3% of samples), even after controlling for water source (P = 0.04). Compared with water from other sources, water piped into homes was significantly less likely to be contaminated with total coliforms (56.9% versus 88.8%, P < 0.001) and fecal coliforms (41.2% versus 69.8%, P < 0.01), even when the type of storage device was taken into account. However, fecal contamination was not associated with whether the water came from a treated or untreated source. We concluded that the drinking water in rural communities in Trinidad was grossly unfit for human consumption, due both to contamination of various water sources and during household water storage.
Se realizó un estudio transversal en cuatro comunidades rurales del nordeste de la isla de Trinidad para determinar la calidad microbiológica de los suministros domésticos de agua y la relación entre dicha calidad y el origen del agua y los recipientes utilizados para su almacenamiento. Entre las 167 muestras de agua doméstica analizadas, se detectaron coliformes totales en 132 (79,0%), coliformes fecales en 102 (61,1%) y Escherichia coli en 111 (66,5%). Hubo diferencias significativas entre los pueblos con respecto a la proporción de muestras contaminadas con coliformes (P < 0,001) y E. coli (P < 0,001). De las 253 cepas de E. coli estudiadas, 4 (1,6%) eran mucoides, 9 (3,6%) hemolíticas y 37 (14,6%) no fermentadoras de sorbitol. De 69 aislados de E. coli en los que se analizó esta característica, 10 (14,5%) fueron citotóxicos para las células Vero. Veintiocho de 200 (14,0%) aislados de E. coli analizados pertenecían a serogrupos enteropatógenos. El origen más frecuente del agua fueron las fuentes (57 de los 167 domicilios; 34,1%). Ciento diecinueve domicilios (71,3%) recibían agua tratada (agua canalizada hasta el domicilio, de fuente o de camión cisterna), mientras que los otros 48 (28,7%) utilizaban agua no tratada (de lluvia, ríos/arroyos o pozos) como principal suministro de agua. El tipo de recipiente de almacenamiento en el domicilio se asoció con la contaminación por coliformes. El agua almacenada en bidones, barriles o cubos tenía mayores probabilidades de albergar coliformes fecales (74,2% de las muestras) que el agua almacenada en tanques (53,3% de las muestras), incluso después de controlar el efecto del origen del agua (P = 0,04). En comparación con el agua de otras fuentes, el agua canalizada hasta las casas tenía una probabilidad significativamente menor de estar contaminada por coliformes totales (56,9% frente a 88,8%; P < 0,001) y coliformes fecales (41,2% frente a 69,8%, P < 0,01), incluso después de tener en cuenta el tipo de recipiente de almacenamiento. Sin embargo, la contaminación fecal no se asoció con el origen tratado o no tratado del agua. Concluimos que el agua para beber de las comunidades rurales de Trinidad era en general no apta para el consumo humano debido a su contaminación tanto en el origen como durante el almacenamiento en el domicilio.