The El Niño-Southern Oscillation (ENSO) is the best known example of quasi-periodic natural climate variability on the interannual time scale. It comprises changes in sea temperature in the Pacific Ocean (El Niño) and changes in atmospheric pressure across the Pacific Basin (the Southern Oscillation), together with resultant effects on world weather. El Niño events occur at intervals of 2-7 years. In certain countries around the Pacific and beyond, El Niño is associated with extreme weather conditions that can cause floods and drought. Globally it is linked to an increased impact of natural disasters. There is evidence that ENSO is associated with a heightened risk of certain vector-borne diseases in specific geographical areas where weather patterns are linked with the ENSO cycle and disease control is limited. This is particularly true for malaria, but associations are also suggested in respect of epidemics of other mosquito-borne and rodent-borne diseases that can be triggered by extreme weather conditions. Seasonal climate forecasts, predicting the likelihood of weather patterns several months in advance, can be used to provide early indicators of epidemic risk, particularly for malaria. Interdisciplinary research and cooperation are required in order to reduce vulnerability to climate variability and weather extremes.
Le phénomène El Niño/oscillation australe est le meilleur exemple connu de variabilité naturelle et quasi-périodique du climat qui se mesure en années. Il provoque un changement de la température de l’océan Pacifique (El Niño) et de la pression atmosphérique sur l’ensemble du bassin du Pacifique (oscillation australe), ce qui affecte le climat de la planète. L’intervalle entre deux phénomènes El Niño est de deux à sept ans. Cet épisode chaud est parfois suivi d’un épisode froid appelé La Niña. Il se manifeste par des conditions météorologiques extrêmes (sécheresse ou pluies torrentielles) dans certains pays qui bordent le Pacifique ou qui sont plus éloignés. De longues périodes de sécheresse surviennent en Indonésie, dans le nord de l’Australie et aux Philippines, tandis que de fortes précipitations, qui donnent lieu parfois à d’importantes inondations, s’abattent sur l’Equateur et le Pérou. A l’échelle mondiale, les catastrophes naturelles ont des conséquences plus graves pendant les épisodes El Niño. En agissant sur les précipitations, les températures et l’activité cyclonique, El Niño agit sur la santé humaine. Les immenses feux de forêt que provoque ce phénomène et la pollution atmosphérique qui en découle posent un problème de plus en plus important. La plupart des décès et des maladies associés à El Niño sont dus à des catastrophes d’origine climatique. Le risque de maladies transmises par les moustiques, comme le paludisme, la dengue et autres maladies à arbovirus, évolue avec le cycle d’El Niño. Les variations climatiques ont un effet particulièrement sensible sur le paludisme. Dans les zones où la transmission n’est pas constante, les populations n’ont pas d’immunité protectrice et de graves épidémies peuvent survenir quand la transmission est facilitée par des conditions climatiques inhabituelles. En Colombie et au Venezuela, le nombre de cas de paludisme augmente de plus d’un tiers après les épisodes de sécheresse associés à El Niño ; dans le sudouest de Sri Lanka, les épidémies sont quatre fois plus importantes quand se produit ce phénomène. Mais c’est sans doute la variation des précipitations qui a la plus grande incidence sur les maladies à transmission vectorielle. Toutefois, dans les régions montagneuses, l’élévation des températures peut aussi avoir des conséquences importantes sur la transmission du paludisme, comme on l’a constaté dans le nord du Pakistan. Des études préliminaires ont mis en évidence un lien entre El Niño et l’activité de la dengue dans certains pays insulaires du Pacifique. En Australie, il semble que l’encéphalite de la vallée de la Murray et la maladie due au virus de la rivière Ross (toutes deux causées par des arbovirus) soient influencées par le cycle El Niño/oscillation australe. Les flambées de fièvre de la vallée du Rift surviennent généralement à la suite de fortes pluies, encore qu’El Niño ne se manifeste pas toujours par des précipitations abondantes dans les régions concernées. El Niño influe aussi sur les maladies transmises par les rongeurs. Dans le sud des Etats-Unis, les populations de souris qui servent de réservoirs aux hantavirus augmentent quand se produit El Niño et il semble qu’il y ait une association entre la survenue de ce dernier et une fréquence accrue du syndrome pulmonaire dû aux hantavirus dans ce pays. Des études ont révélé récemment que le plancton pouvait être un réservoir marin de choléra. Une hausse de la température des eaux de surface entraîne une prolifération du plancton et peut donc faciliter la transmission du choléra dans les zones côtières. Certains éléments portent à croire que cela s’est produit dans la baie du Bengale. Il semblerait que le phénomène El Niño/oscillation australe soit associé à un risque accru pour certaines maladies à transmission vectorielle dans des zones spécifiques où la situation météorologique est liée à ce cycle et où les mesures de lutte contre la maladie sont limitées. C’est particulièrement vrai pour le paludisme, mais aussi, semble-t-il, pour les épidémies d’autres maladies transmises par les moustiques et les rongeurs que peuvent déclencher des conditions météorologiques extrêmes. Les prévisions météorologiques saisonnières, qui indiquent plusieurs mois à l’avance quelle sera la situation météorologique probable, peuvent permettre d’anticiper le risque d’épidémie à chaque saison, en particulier pour le paludisme.
El fenómeno de El Niño/Oscilación Austral (ENOA) es el ejemplo más conocido de variabilidad natural cuasi periódica del clima a escala interanual. Entraña cambios en la temperatura de las aguas marinas del Océano Pacífico (El Niño) y en la presión atmosférica a lo largo de la cuenca del Pacífico (Oscilación Austral), y como consecuencia se ve afectado el clima mundial. El Niño reaparece a intervalos de entre dos y siete años. A El Niño, un fenómeno cálido, le sigue a veces otro frío, La Niña. El Niño se asocia con una serie de condiciones climáticas extremas (sequía o precipitaciones excepcionalmente intensas) en algunos países situados alrededor del Pacífico y en zonas más alejadas. Puede haber periodos prolongados de sequía en Indonesia, el norte de Australia y Filipinas, mientras que en el Ecuador y el Perú pueden caer fuertes precipitaciones, a veces acompañadas de inundaciones de extensas zonas. A nivel mundial, el impacto de los desastres naturales aumenta durante el fenómeno de El Niño. Los cambios que experimentan la pluviosidad, las temperaturas y la actividad de los huracanes contribuyen a aumentar los efectos de El Niño en la salud humana. Los grandes incendios forestales y la consiguiente contaminación por nubes de humo son un problema cada vez mayor asociado con El Niño. La mayoría de las defunciones y enfermedades asociadas al fenómeno se pueden atribuir a desastres relacionados con el clima. El ciclo de El Niño se asocia a cambios del riesgo de contraer enfermedades trasmitidas por mosquitos, como el paludismo, la fiebre del dengue y otras enfermedades arbovirales. El paludismo es particularmente sensible a los cambios climáticos. En las zonas donde la transmisión de esa enfermedad es inestable, las poblaciones carecen de inmunidad protectora, de modo que unas condiciones climáticas atípicas pueden facilitar la propagación y causar epidemias graves. En Colombia y Venezuela, los casos de paludismo aumentan más de un tercio después de las sequías provocadas por El Niño. También en el suroeste de Sri Lanka el número de epidemias de paludismo se multiplica por cuatro durante el fenómeno. Los cambios de la pluviosidad son probablemente el principal mecanismo por el que El Niño afecta a la propagación de enfermedades transmitidas por vectores. Sin embargo, las elevadas temperaturas registradas en las zonas montañosas también pueden contribuir a la transmisión del paludismo, como se ha podido constatar en el norte del Pakistán. Estudios preliminares han demostrado una relación entre el fenómeno de El Niño y los casos de fiebre del dengue en algunos países insulares del Pacífico. En Australia, existen indicios de que el ciclo ENOA influye en los casos de encefalitis del valle de Murray y de la enfermedad causada por el virus del río Ross (ambas de origen arboviral). Es normal que después de episodios de lluvias intensas se den brotes de la fiebre del valle del Rift, pero El Niño no siempre lleva asociadas fuertes precipitaciones en las regiones afectadas. El Niño también puede incidir en las enfermedades transmitidas por roedores. En el sur de los Estados Unidos las poblaciones de ratones, reservorios del hantavirus, han aumentado durante El Niño, y hay indicios de que en ese país los casos de síndrome pulmonar por hantavirus tienden a aumentar coincidiendo con dicho fenómeno. Estudios recientes han demostrado que el plancton puede actuar como reservorio marino del cólera. En consecuencia, el aumento de las temperaturas de la superficie marina puede provocar una mayor abundancia de plancton y facilitar así la transmisión del cólera en las zonas costeras. Se ha sugerido que eso es lo que ha ocurrido en el golfo de Bengala. Algunos datos llevan a pensar que el ENOA aumenta el riesgo de contraer ciertas enfermedades transmitidas por vectores en determinadas zonas geográficas donde las condiciones meteorológicas están relacionadas con el ciclo del ENOA y donde el control de enfermedades es limitado. Ello se aplica en particular al paludismo, pero también se ha sugerido que existe cierta relación con epidemias de otras enfermedades transmitidas por mosquitos y por roedores y desencadenadas a menudo por condiciones climáticas extremas. Las previsiones meteorológicas estacionales sobre la evolución probable del clima con varios meses de antelación se pueden emplear para obtener indicadores estacionales precoces del riesgo de epidemias, sobre todo en el caso del paludismo.