RESUMEN: Este artículo revisa los repertorios audiovisuales que han abordado las desigualdades sociales brasileñas en las últimas décadas con el objetivo de discutir la coincidencia entre los procesos de inclusión social y la diversificación de los mecanismos de producción y circulación de imágenes en movimiento que se produce con la transformación digital, un proceso global. En Brasil, la diversificación de medios estimula la articulación y diversificación de voces antes inaudibles e invisibles en el espacio público. Rastreo objetos audiovisuales que han extendido la amplitud de la democracia brasileña introduciendo cuestiones éticas y estéticas sobre cómo filmar la desigualdad y la discriminación de clase, color y género sin contribuir a reforzar la discriminación. Este debate moviliza la crítica, pero se desarrolla en forma fílmica, articula memorias personales, colectivas y/o ancestrales, produce archivos donde no existen o son inaccesibles, e involucra la imaginación de futuros inclusivos. En un panorama de interlocuciones fílmicas, me centraré en Branco sai, preto fica (2014) y en A cidade é uma só? (2011), ambas de Adirley Queirós. El rescate de estos aportes audiovisuales es una forma de contribuir a la construcción de alternativas a los discursos de odio que ocupan circuitos privados en las redes sociales, y de esos búnkeres virtuales que amenazan las posibilidades de “convivencia”, como diría Barthes.
ABSTRACT: This paper discusses the temporary coincidence in Brazil between the diversification of the mechanisms of producing and circulating moving images and sounds, social inclusion, and the emergence of new film and audiovisual voices. The paper traces a panorama of what I call audiovisual interlocutions, which have amplified the scope of Brazilian democracy by discussing ethical and aesthetic questions about how to shoot inequalities and discrimination without contributing to reinforce them. Within this panorama, I discuss in detail White out, black in (2014), and Is the city only one? (2011), both by Adirley Queirós, two films which mobilize collective memories of social, and race discrimination, and in different ways move beyond documentary to produce documentation. These works contribute to build alternatives to hate speeches that circulate in private social media circuits, and from these virtual bunkers threaten the possibilities of “living together”, as Barthes would say.