Abstract Limas society has historically been segmented based on racial, ethnic, and social class criteria, which is why Andean migrants are derogatorily recognized as serranos (people from the mountains) and make up the group of cholos in Lima. The Evangelical Churches have reproduced the same patterns of segregation of the dominant society; however, due to the internal war suffered in Peru (1980-2000), a sector of the National Evangelical Council of Peru (CONEP) organized the displacement of Evangelicals from the Central-Southern Highlands (Ayacucho-Huancavelica-Apurimac) to different places, including Lima. For this reason, the first Quechua services were organized in 1984 and spread throughout the city, mainly in the 1990s. These services are no longer growing or extending but seem to have reached a plateau. These spaces have served as ethnic refuges for a Quechua-speaking sector with little command of Spanish. However, due to the theological characteristics of the Evangelical Churches, and little organized Quechua people, they have not been able to be a political, social, or cultural propellant for the recognition of Perus ethnic plurality, so they could not transcend from religious spaces.
Resumen La sociedad limeña se ha caracterizado por estar segmentada a partir de criterios raciales, étnicos y de clase social, razón por la cual, los migrantes andinos son reconocidos despectivamente como "serranos" y conformando el grupo de "cholos". Las iglesias evangélicas han reproducido los mismos patrones de segregación de la sociedad dominante, sin embargo, debido a la guerra interna sufrida en el Perú (1980-2000), un sector del Concilio Nacional Evangélico del Perú [CONEP], organizó el desplazamiento de seguidores de la Sierra Centro-Sur (Ayacucho-Huancavelica- Apurímac) a distintos sitios, entre ellos, Lima. Por tal motivo, en 1984 se organizaron los primeros cultos en quechua, los cuales se fueron extendiendo por la ciudad, principalmente en los años noventa. En la actualidad, dichos cultos ya no crecen, ni se extienden, sino que parecen haber llegado a un tope. Estos espacios han fungido como refugios étnicos para un sector quechuahablante con poco dominio del castellano, pero debido a las características teológicas de las Iglesias Evangélicas y la escasa organización política quechua, no han sido un propulsor político, social o cultural de reconocimiento de la pluralidad étnica del Perú, no logrando trascender del espacio religioso.